Palma sorprende día a día con una oferta cultural incesante y espacios llenos de vida, entre los que se encuentra el cosmopolita y colorido barrio de Santa Catalina
Saliendo de las murallas del casco antiguo de Palma, justo al lado del famoso museo Es Baluard y del Paseo Marítimo, se encuentra Santa Catalina. Un emblemático barrio con carácter propio que está en boca de todos y que acoge desde el público más chic al más bohemio con una gran explosión de texturas, sensaciones y ambientes. En él se respira un estilo de vida diferente, urbanita y sin prisas, que conserva el encanto de la capital balear ofreciendo a la vez un soplo de aire fresco de lo más vintage que marca tendencias.
Su nombre viene de manos del mercader mallorquín Ramón Salelles, quien, al quedarse a la deriva por la mala mar, prometió a Santa Catalina construir un hospital si se salvaba. En la actualidad, este distrito ha pasado de ser una zona de plena tradición marinera a un lugar donde la estética y el diseño son sus máximas principales. En este ‘nuevo barrio’ la tradición y la modernidad conviven en total armonía, por lo que pueden encontrarse tanto comercios con artículos de otras épocas como tiendas con los accesorios más avanzados.
Además, su aire retro-cool inspira a artistas y diseñadores para crear sus obras, así como a suecos y escandinavos, que también han fijado sus miradas en Santa Catalina como un lugar para invertir. Así, el barrio ha pasado a convertirse en una zona revalorizada con viviendas rehabilitadas que cada vez lo elevan más a la categoría de barrio cosmopolita y actual. Igualmente, se conservan las casitas blancas con persianas mallorquinas, así como muestras modernistas que siguen impregnándole de la auténtica esencia balear.
Un bonus al distrito de Santa Catalina: El barrio del Jonquet
La barriada del Jonquet forma parte desde sus orígenes del barrio de Santa Catalina. Al principio esta zona era solo un camino, el de Portopí -que comunicaba la ciudad con la parte de poniente mallorquina-, y donde hay documentado un cementerio judío (“es fossar des jueus”). Son simbólicos los restos de los molinos que recorren sus estrechas calles -muchos de los cuales conservan sus nombres, como “en Gelós”, “la Garriguera”, “en Budellet”, “d’en Carreres”, “Nom de Déu” i “d’en Garleta” (en este último se encuentra el Museo de los Molinos).
Otro edificio singular es el teatro Mar i Terra, que antiguamente tenía como objetivo ejercer la beneficencia, posteriormente fue el Colegio Público Jaime I y finalmente ha sido el primer edificio en la zona destinado a ocio y cultura. Los aljibes, Can Figuerola o la emblemática ferretería La Central son otros de sus espacios de especial mención.